Las calles enmudecen para honrar al Cristo del Buen Morir
El silencio y la sobriedad fueron este Miércoles Santo, una vez más, la compañía del Cristo del Buen Morir por las calles de Bailén, en las que centenares de penitentes serpentean dibujando un haz de luz anaranjado, tenue y elegante con sus características antorchas.
La ermita de la Soledad vivía la noche de este Miércoles Santo de una forma diferente, especial, teniendo en cuenta que la cofradía de la Virgen de los Dolores celebra este año precisamente el veinticinco aniversario de la bendición de la imagen de este Cristo del Buen Morir, también conocido popularmente como el Cristo de la Soledad. Este enclave tan característico, silencioso y sobrecogedor, se vestía de gala para rememorar de forma especial aquella bendición de un 7 de abril de 1990, acogiendo de nuevo a cientos de devotos que aguardaban con sigilo las llamadas a la puerta de la ermita y la salida de la talla.
Quizá la importancia de esta conmemoración haya sido uno de los motivos para que el número de hermanos penitentes que precedían la imagen del crucificado haya aumentado considerablemente este año, así como las negras mantillas que recuerdan el luto del mundo creyente ante la muerte de Jesús. La música del trío de capilla “Cristo de la Soledad” contribuía a infundir ese ambiente íntimo, contenido y afligido, por lo que representa, que caracteriza esta procesión del silencio.