El socavón eterno
Desde hace meses se mantiene con terquedad y torva profundidad un agujero en una de las calles que desemboca en la transitada rotonda de «El Portazgo». Comenzó siendo un agujero pequeño que le creció a una cercana zanja pero con el paso del tiempo se fue independizando hasta alcanzar una profunda e inquietante realidad. A su alrededor le salieron algunas valles y cintas de colores que señalaban su existencia. Antes de tanto adorno anduvo pasando las noches a oscuras y sin señales. Esperando como una trampa a que algo o alguien le cayera dentro para darle compañía. Este agujero, a punto de ser empadronado en la ciudad tras su larga vida, ya es conocido en todo el vecindario. Los coches y los vecinos le saludan al pasar y al mismo tiempo lo esquivan. Es un hoyo, una zanja, un bache ido a más y hacia abajo. Una sima, un precipicio que ya se le parece al pueblo que lo acoge. Un socavón eterno. Un sumidero. Un olvido. Un pozo imposible de llenar… hasta ahora.