De Beirut a París
Desde que hace apenas una semana los atentados de París nos conmocionaran a todos mucho se ha debatido en torno a la repercusión mediática y social que estos lamentables hechos han tenido. De todos los debates uno de los más repetidos ha sido el que gira en torno al valor que se ha dado a estas muertes, al protagonismo que ha alcanzado a nivel mundial este acto terrorista de manos del Estado Islámico, desmedido para muchos en comparación a la repercusión de los que ocurren tan a menudo más allá de París.
¿Todos los muertos valen lo mismo? No lo creo, ciertamente no lo creo, al menos no a efectos mediáticos y sociales. Deberían valer lo mismo, doler lo mismo, pero la realidad inherente al ser humano hace que no sea así.
No seamos cínicos, la vida en sí nos demuestra que no duele igual enterarte de que se ha muerto el padre de un conocido que el padre de tu mejor amigo. Eso por no hablar de si el que muere es tu propio padre. Es entonces cuando tomamos de verdad conciencia de que la muerte, o en este caso los atentados terroristas de manos de estos locos, también tocan cerca. Y es entonces cuando la condición humana reacciona ante un hecho que palpa como algo posible, cercano, real.
El ser humano es así de inhumano muchas veces. Vivimos en tiempos feos en los que llegamos casi a acostumbrarnos a leer, a escuchar o a ver noticias terribles que hablan de decenas o cientos de muertos en Irán, en Iraq, en Siria, en Kenya o en Líbano. Asistimos casi inmunes a noticias ante las que, claro que sentimos pena, pero ante las que pasamos rápido la página. Con París no fue así.
¿Culpables? Como periodista no voy a quitar su parte de culpa el gremio, pero no seamos en esto tampoco tan cínicos, cuando hablo de repercusión mediática y social en este último aspecto me refiero a la repercusión entre la gente de a pie, esos que vivimos y compartimos todo a través de las redes sociales.
Desde el mismo momento en que se conocieron los atentados de París el viernes por la noche, Facebook y Twitter se convirtieron en un hervidero de información y de lamentos sobre lo ocurrido. Unas horas antes en Beirut habían muerto 40 personas y 200 habían resultado heridas. Apenas se habló de ello, no generó tantas noticias ni se compartieron miles de veces.
Facebook no se tiñó del color de su bandera ni tampoco nuestros perfiles de WhatsApp ni nos pasamos horas informándonos al minuto de lo sucedido. ¿Valen todos los muertos lo mismo? Ciertamente no y la culpa, no seamos cínicos, es de todos.