14. El dragón de Las Piedras del Cardado
“Los dragones no existen, pero, sorprendentemente,
no dejan de regalarnos leyendas que
emanan de la propia Historia”.
(Cita del autor).
Capítulos de nuestra historia fascinante se pierden en el terreno de lo misterioso y de la leyenda. Dar aquí por cierto la existencia o no de semejante animal mitológico que es más fantasía que verosimilitud no es mi primordial propósito, pero es que, a veces, la historia está llena de leyendas, leyendas que siempre nacen de una base primigenia real.
Tal vez uno de los parajes más interesantes por su situación estratégica, su desconocido topónimo, su antigüedad, su participación en nuestra Batalla de Baécula, la presencia de vestigios, glandes, monedas, etc. es el de Las Piedras del Cardado, pero aún nos quedaba mucho por saber.
1. El paraje de Las Piedras del Cardado.
Extensa zona en la parte oriental del término municipal, en la misma ribera del río Guadiel. Hay vestigios de la Edad del Cobre (pesas de telar y brazal de arquero en Museo de Bailén), Edad de Bronce y de la Edad del Hierro (Villar Lijarcio: «Las Piedras del Cardado», Bailén Informativo. Nº. 97, 2007). En el “Inventario de Piezas Arqueológicas” hay catalogadas cinco puntas de flecha halladas en este paraje y hoy conservadas en el Museo ”de las dos Batallas”.
Se trata de un asentamiento íbero en un lugar estratégico y privilegiado, donde se han hallado numerosos vestigios de una batalla del siglo III antes de Cristo. Junto a este paraje se encontraban los asentamientos bailenenses de Berlanga (o Verlanga, documentado en el “Atlas Geográfico de España”, T. López, 1787, al sur de Las Piedras del Cardado. Aparece en Ximena Jurado, 1654, pág. 190: “ruinas de otra población llamada Berlanga”) y Fuencaliente (documentado en el “Atlas Geográfico de España”, T. López, 1787, también al sur de Las Piedras. Aparece en Ximena Jurado, 1654, pág. 190).
Las Piedras del Cardado ocupan una extensión en línea de 1.100 metros de longitud de Norte a Sur. Con respecto a su altitud, alcanza los 320 metros de altura y está en el cauce y en la orilla del río Guadiel (270 m.), con una diferencia de altura de 50 con respecto al cauce de dicho río, estando a la orilla de la vega. Iliturgi, a modo de comparación, presenta una elevación de 40 metros con respecto al Guadalquivir. Podemos comprobar las distancias en línea recta ayudándonos de Google Earth:
-Piedras del Cardado a las minas de plata, 5 kms.
-Piedras del Cardado a Iliturgi (Maquiz), 11 kms.
-Piedras del Cardado a Cástulo, 9.500 metros.
-De la Villa Vieja a Las Piedras del Cardado, 4.500 metros.
Villar Lijarcio (2007) describió magistralmente el paraje del siguiente modo:
«Gracias a su privilegiada situación, no parece descabellado identificarlo como uno de los grandes oppidum protagonistas durante los acontecimientos de la Segunda Guerra Púnica (Oringis o Baecula)».
«El Cerro cumple con todas las características teóricas de un oppidum o típico asentamiento íbero fortificado. El llano que corona el cerro queda defendido en sus tres cuartas partes por un abrupto talud semicircular que desciende vertiginosamente hacia la orilla del río», «singular sitio arqueológico, un asentamiento fortificado de una ocupación extensa y prolongada, como mucho de los más importantes oppidum de la región, desde la Edad del Cobre hasta la Edad Media», «autoridades académicas tan ejemplares como el CAAI deberían ser las que determinen su singularidad e importancia».
Se han encontrado grandes losas talladas, torreones, restos de edificación, parapetos, zócalos de mampostería y de piedra, fuerte tajo amurallado, bastiones, fuente, dólmenes rectangulares, bloques de piedra, losas, tejas romanas, alberca, restos cerámicos, monedas, 6 glandes/bala proyectil (munición para ser arrojada con la honda), lanzas ibéricas de bronce, etc.
En el “Inventario de Piezas Arqueológicas” aparecen catalogadas las siguientes muestras en Las Piedras, escasas dentro del inmenso océano arqueológico local desaparecido:
Época íbera (testimonios de una batalla): 2 lanzas ibéricas de bronce (s. III-I a.C.), caballo exvoto (s. III- I a.C.), carnero exvoto (s. III-I a.C.).
En sus inmediaciones trascurría, y trascurre, la antiquísima Cañada Baeza, vía que unía Baécula (Bailén) con Beatia (Baeza), pasando por Cástulo (Linares). En su contorno, dos arroyos desembocan en el río Guadiel: Arroyo de Lentiscares y Arroyo de Cañada Baeza.
2. Piedras del Cardado, el topónimo.
En el “Sistema de Información Geográfica de Parcelas Agrícolas” (SIGPAC) del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación aparecen incorrectamente denominadas como Piedras del Cuadrado (error). En 1652 está documentado por Ximena Jurado como Peñas del Hardado; en 1787, Peña del Cardao; en 1818, como “Peñas del Dardado”; en 1832, Ceán Bermúdez describe a las Peñas del Hardado como “ruinas de población romana”; y en 1952 era conocido como Peñas del Cardado –Programa de Fiestas de 1952-. También Ardado -Águeda Castellano Cuesta-.
En mi reciente libro, Un viaje cartográfico y documental al Bailén antiguo (2014), estudié todas las variantes de dicho topónimo a lo largo de la historia: Cardado, ¿Cuadrado?, Cardao, Ardado, Dardado…(posteriormente veremos las Peñas del Ardal), cuyos nombres difícil es que guardasen relación con los distintos significados del verbo Cardar: “preparar con la carda una materia textil para el hilado” y “sacar suavemente el pelo con la carda a los paños, felpas u otros tejidos” y “peinar, cepillar el pelo desde la punta hasta la raíz a fin de que, al alisar ligeramente su superficie, quede hueco”.
Pero una nueva variante, esta de 1656, conseguí localizar en el pasado verano. Inmerso en documentos de gran valor, en los que trataba de encontrar datos sobre el pasado bailenense de la aún ignota villa de Baécula, me encontré con algo que no buscaba. En la obra titulada Historia apologética que escribía el maestro Gregorio López Pinto, Obispo de Covaleda, de la muy antiquísima ciudad de Cástulo, sus prósperas acciones y adversos fines. Los Santos Mártires y obispos que se hallan haberlo sido de aquella ciudad, extenso trabajo dedicado al Excmo. Sr. D. Antonio Alfonso Pimentel y Herrera Ponce de León, conde duque de Benavente, aparecían Las Piedras del Cardado, Santa Victoria, el convento, la cueva y el dragón; en concreto, en el capítulo titulado «Lucio Terencio Masalio, vecino de la ciudad de Cástulo tuvo dos hijos, heredan gran hacienda de su abuelo Terencio Barron en Tobaria y pretenden casar los hijos con dos Santas romanas», que va desde la página 396 a la 408.
Desconozco la fiabilidad de la fuente y el rigor histórico del autor y su obra, y de los “authores doctos” de los que dice haberlo sacado (padre rector Francisco de Vilches y Antonio de Oquendo 1577-1640), fuentes primarias de las que bebió, como el propio López Pinto indica: “El Padre Bilches en el lugar arriba citado dice que vinieron desterradas a España a la ciudad de Túrbula o Tobaria, tierra y patria de los dos caballeros hermanos como se ha visto [los pretendientes]”.
Se refiere a la obra de Francisco Vilches titulada Santos y santuarios del Obispado de Jaén y Baeza (1653, capítulos: “Sta. Victoria virgen, mártir de Tobaria” y “Sta. Victoria y Santa Anatolia mártires, naturales de Tobaria, del término de Baeza”), páginas 41-48 y 363-365, respectivamente, en las que relata la historia de Santa Victoria y su relación con Tobaria (hoy Linares), citando las fuentes de las que extrajo tales consideraciones: Flavio Dextro, Luitprando, Juliano… En la página 43 menciona el dragón, el convento y la cueva en las “riberas de Guadiel, a una milla de Tobaria” y la gran abundancia de serpientes y culebras por la zona (página 364). No obstante, el Padre Vilches (1653) no hace referencia explícita al paraje de Las Piedras, aunque sí a la zona a la que estas pertenecen en la ribera del Guadiel. Fue López Pinto, tres años después, en 1656, el primero que localiza con mayor concreción la zona de la cueva en el término municipal de Bailén y en Las Piedras del Cardado, aunque una variante toponímica más antigua a cuantas conocíamos: Peñas del Ardal o del Ardado:
Transcripción: «Llegó la cosa a tanto que fue fuerza hacer habitación para muchas personas, y tanto que vino a ser un muy famoso y suntuoso convento con título de Santa Victoria, sito y fabricado en las Peñas del Ardal, que hoy es llamado el Ardado, allí en el término que hoy es de la villa de Baylén en las orillas del río Guadiel, que antiguamente fue llamado río Salfo…«.
Hemos de considerar en este punto cómo Gregorio López Pinto era gran conocedor de la historia de Cástulo, de Linares y su término, aun siendo obispo de Covaleda (Soria). Es muy probable que él mismo tratara de localizar la cueva, o cuevas, y el convento a la que numerosos eruditos que le precedieron habían hecho referencia. A la vera del Guadiel y junto a Tobaria, no había mejor emplazamiento que en Las Piedras del Cardado, en esa antiquísima cueva en un promontorio en la que algún eremita tuvo que haberse apartado del “mundanal ruido” y que muy bien pudo haber hecho las veces de oratorio conventual.
El fabuloso y mitológico dragón estaba, aun como elemento ficticio, en aquellas temerarias serpientes del lugar y en las piedras de la amplia peña que con sus siluetas grisáceas, encorvadas, superpuestas y heterogéneas parecían la piel de tan misterioso y legendario animal.
López Pinto, pág. 400, reseñando la obra de Antonio de Oquendo, presenta esta otra cita más en la que se relata la llegada de las dos santas a la zona limítrofe entre Bailén y Linares: “finalmente ellas llegaron a Tobaria”.
Si bien es imposible a día de hoy saber el topónimo correcto de entre las distintas variantes, tampoco es fácil saber su significado, por la peculiaridad de su significante y su fonética. Ahora bien, con esta nueva versión del topónimo como Ardal, del que derivó Ardado, sí voy dando ya con el blanco de la diana etimológica: el primitivo topónimo Ardal procede del latín Ardere, hecho de estar en combustión que tiene incuestionable relación con el hecho del fuego, símbolo del dragón (del que posteriormente trataré); pero es que, a su vez, a dicho animal fabuloso siempre se le ha representado con forma de “serpiente muy corpulenta” (DRAE).
Esta sería la evolución fonética del topónimo: Ardal > Ardado (o Hardado) > Cardado (o Dardado) > Cardao (lo de Cuadrado es un error del que lo copió en SIGPAC, como el que hizo la señal de tráfico en la que pone inadecuadamente “El Burguillo” refiriéndose a Burguillos).
Pero claro, como a ti te habrá pasado al leer la anterior cita, querido lector, junto a la variante del topónimo hay otras cosas harto interesantes: el Convento de Santa Victoria en las actuales Piedras del Cardado («la historia misma de las dos santas, estas son, Santa Victoria y Santa Anatolia, hermanas, que hicieron un convento de monjas en la misma cueva y puesto que tuvo el dragón, el tiempo que allí estuvieron y cómo fueron martirizadas», pág. 403. López Pinto, 1656). Muy interesante en dicha obra es lo que aparece en su índice general final, muy similar a lo anterior: “Prosíguese la historia de las dos santas, estas son, santa Victoria y Santa Anatolia hermanas; hicieron un convento de monjas en la Cueva del Dragón, el tiempo que allí estuvieron…”. Traté de averiguar si dicho hagiónimo de Victoria, junto al cerro homónimo que otrora estuvo a la vera del Jarosa, eran pistas de un puzle histórico que diera con la demostración de que Baécula es Bailén, cosa que dejé escrita en otro sitio y aún inédita; sin embargo, lo que también hallé es lo que a continuación dicho queda:
3. El dragón de Las Piedras del Cardado.
He podido verificar que la santa romana a la que López Pinto se refería en 1656 era Santa Victoria de Tívoli, posible hermana, según diferentes versiones, de Santa Anatolia. Victoria vivió en torno a mediados del siglo III d.C. en Tívoli, ciudad muy próxima a Roma. Fue una joven mártir prometida en matrimonio con un patricio romano (mismo caso que Anatolia), pero consagró su virginidad a Dios, por lo que sus respectivos pretendientes las encerraron en sus propiedades para hacerlas cambiar de actitud. Ellas, muy al contrario, entregaron sus dotes nupciales y sus bienes a los más necesitados, motivo por el que fueron desterradas, respectivamente, a Tora (Santa Anatolia) y a Monteleone Sabino (en el centro de Italia, antigua Trebula Mutuesca), Santa Victoria. En la web de la que estoy extrayendo esta información (http://www.preguntasantoral.es/2011/12/santos-victoria-anatolia-y-audax), consta que: “Su fama de santidad era tal, que el gobernador local acudió a ella para pedir que ahuyentara a un dragón que tenía aterrorizada a la región, prometiéndole, a cambio, cristianizarse él y toda la población. Victoria acudió a la boca de la cueva donde moraba el monstruo, le gritó que se marchara y la bestia, obediente, se alejó para siempre”. Poco después, con veinte años, le fue atravesado el corazón con una espada, por mediación y a propuesta de su malévolo pretendiente despechado. Fue enterrada en dicha cueva italiana. Su cuerpo fue luego trasladado en el 931 a la abadía de Farfa, luego devuelto a Mategnano. Su cráneo se venera en la abadía de Sacro Speco Subiaco. En otras versiones se dice que su verdugo perdió la vida contagiado de lepra. Mas hay otras variantes de la leyenda, consultables en internet, según las cuales Victoria mató al dragón que habitaba en la cueva. Su onomástica es el 23 de diciembre y porta como atributos una lanza y una espada clavada. La primera mención de Santa Anatolia es del 396, a cargo de Victrice de Rouen (De laude sanctorum, cap. XI). En el siglo VI, en el Martirologio Jeronimiano, se menciona a ambas santas en el 10 de julio (VI. Idus iulii in Savinis Anatoliae et Victoriae). Ambas santas aparecen posteriormente en los mosaicos de Rávena. Tiempo después, son recogidas sus biografías por Aldemo -709-, Beda -735-, Adone, monje Usuardo, Baronio, etc. En la web en la que se recoge la historia de la localidad de Monteleone Sabino (http://www.agriturismo.rieti.it/i_paese.htm) se narra cómo Santa Victoria fue martirizada en aquellos lugares y se le rindió culto con posterioridad.
Caso de ser incierta o falaz la antigua ubicación en Las Piedras del Cardado (Bailén) de dicha santa católica, propuesta argumentada por López Pinto en 1656, habría que responder a muchas extrañas e insólitas coincidencias: topónimo Ardal, bichas-serpientes-culebras, cuevas, etc. Caso de tener parte de verdad en su variante bailenense, cosa aún por demostrar, bien harían, además, las bailenenses llamadas Victoria, ya que posiblemente dicha santa estuvo habitando entre nosotros, en celebrar el día de su santo la víspera de Nochebuena.
Pues esa misma historia legendaria del párrafo anterior, conocida digitalmente, con variantes, en libros de historia de santos y en páginas web, es la misma que en 1656 nos relata López Pinto, pero en nuestro término municipal, siendo la cueva la que aún se conserva en Las Piedras del Cardado (una de las dos que hay y que pude visitar el pasado domingo 19 de octubre; hay otra, más arriba, de la que cuentan que recorre las mismas entrañas de Las Piedras y en la que incluso llegó a perderse un niño, según me informa Juan Risueño, motivo por lo que está hoy día tabicada), donde hubo un convento dedicado a Santa Victoria y donde, muy probablemente, se produjo la victoria de Roma frente a Cartago en la Batalla de Baécula, ahí es nada, y ningún bailenense se había percatado de este hecho. Dicho autor narra la presencia de un dragón y cómo las “hermanas” Victoria y Anatolia llegaron a Tobaria (Linares), a “un cuarto de legua” de Las Piedras del Cardado. ¿En qué cueva sucedieron dichos hechos: en Monteleone Sabino o en Bailén?
Con lo que respecta al dragón, muchas son las interesantes cosas que paso a presentar:
El sustantivo Dragón procede del latín draco, y este, a su vez, del griego δρακων, drakon, con el significado de ‘víbora’ o ‘serpiente’, y de todos es sabido que la zona de Las Piedras del Cardado ha sido siempre respetada por la ingente cantidad de bichas, serpientes o culebras que por allí proliferan (Perea Monje). Como me ha comunicado Juan Risueño Lorente, su abuelo le contaba “que allí en las Piedras había una serpiente gigantesca y que él llegó a ver una vez”. Él mismo atestigua que junto al río vio una vez una del grosor de una pierna de adulto. Sin duda que se trata de un animal mitológico que hunde sus raíces en la leyenda y la ficción folclórica de los pueblos, pero soy de la opinión de que se trata de una metáfora. Al igual que el Lagarto de la Malena o de Jaén es, para algunos, una metáfora del trazado del Jaén medieval, visto desde el Castillo de Santa Catalina, con forma de dicho reptil (http://www.culturandalucia.com/JA%C3%89N/Leyenda_del_Lagarto_de_Ja%C3%A9n.htm), el bailenense DRAGÓN DE LAS PIEDRAS DEL CARDADO, que en una cueva se refugió legendariamente, tras eliminar a muchos hombres (según relata Gregorio López Pinto), es, en mi humilde opinión, metáfora alegórica o símbolo de guardián, monstruo invencible o lucha, como todos los dragones lo son en las distintas culturas. Entre los romanos era símbolo de poder y sabiduría. Para el mundo cristiano, donde incluso aparece un dragón en el Apocalipsis, simboliza el pecado y el triunfo de la fe sobre el diablo, representándose a los pies de los santos (piénsese en San Jorge y el dragón).
Y solo tenemos que hacer una visita al lugar o leer a Villar Lijarcio («Las Piedras del Cardado». Bailén Informativo. Nª 97. Julio de 2007) para darnos cuenta de que el inmenso peñón o cerro es un “ribazo abrupto” inaccesible e infranqueable donde muy posiblemente hubo una batalla púnico-romana, cerro que con sus piedras defendía Baécula, en nuestro actual casco urbano, a modo de centinela. Los hombres devorados por el dragón bien pueden también ser símbolo de los fallecidos en la batalla del 208 a.C. El dragón, pues, simboliza todo esto y mucho más.
«Estando pues así puestas en la cárcel para ejecución del martirio, hizo Dios nuestro Señor que de la Sierra Morena bajase un ferocísimo dragón, tan espantable y de tanta fortaleza que con sola la vista y resuello de su boca mataba las gentes por distancia de una legua, así como si fuera Basilisco (…) Vino a parar y a encerrarse aquel fiero dragón en una cueva que estaba en las orillas del río Guadiel, término de Baylén, en el sitio que llaman Peñas del Ardado, distante de Tobaria por un cuarto de legua». (400-401. López Pinto 1656).
4. El dragón, proyecto turístico.
Aprovecho no sólo para reivindicar la inclusión de Bailén, y sus Piedras del Cardado y tantos otros enclaves locales, en la “Ruta de los Íberos”, y a ver si así conseguimos que la Diputación y su excelentísimo señor presidente no nos siga ignorando, y si tiene que seguir mirando para otro lado, que se suba a El Cardado donde hay estupendas vistas, y en el que, incluso, se puede divisar la Historia de un pueblo milenario; sino que también aprovecho para hacer que el IEB y cuantas asociaciones se adhieran pasen a encabezar un proyecto de colocación, con el consentimiento de los legítimos propietarios del lugar, de un monolito, placa o recordatorio de la leyenda que os he narrado (independientemente de su veracidad o no; pensemos cómo aún desconocemos dónde está enterrado Cristóbal Colón e incluso hay cuatro ciudades distintas que defienden que allí descansan sus restos mortales), primer paso para convertir a aquella zona en escenario de la Batalla de Baécula, aquella en que las tropas de dos mundos aparentemente irreconciliables trataron de vencer alegóricamente a un animal mitológico, y cuyo fabuloso dragón fue devorado por una mujer santificada.
Francisco Antonio Linares Lucena.
Bailén, 10 de noviembre de 2014.
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